lunes, 13 de mayo de 2013

Dos intentos fallidos de transferir el Museo Argentino de Ciencias Naturales a la Universidad de Buenos Aires (1958 y 1983)


Hugo P. Castello, 2013.  MACN: en comisión en la Fundación de Historia Natural "Félix de Azara".
Ya hemos detallado  el intento realizado por el Director Interino del Museo y Secretario de Cultura  Ing. José Babini de transferir el MACN a la UBA en 1958 y que habría fracasado por la oposición cerrada de los Jefes de Sección del MACN, los alumnos del Profesorado de Ciencias Naturales y la Asociaciones de profesionales.
Es muy probable que los Jefes de Sección del MACN hayan vislumbrado la necesidad. llegado el casodde concretarse el pase a la Universidad , no sólo de tener que concursar sus puestos como Profesores universitarios, sino que también dedicar parte de su tiempo a la docencia. Los alumnos del Profesorado, veían, con seguridad al MACN como un lugar donde encontrar empleo y dedicarse a la investigación científica. Era una época en que los Profesores de Ciencias Naturales ocupaban numerosos puestos de trabajo en el Museo y seguramente no iban a poder competir contra los licenciados o doctores en Ciencias Naturales.
Un segundo intento, que ha pasado desapercibido, fue realizado por el paleontólogo Dr. Osvaldo Reig, quien en sus primeros años, durante la Dirección del Dr. A. Riggi había incursionado por el MACN. Un intelectual brillante y apasionado, había sido simpatizante de la izquierda  y tenían muchos detractores en nuestro país, algunos de los cuales lo tildaban de comunista, etc.
Una de las características de su fructuosa carrera científica es que siempre duraba poco tiempo en el lugar donde entraba a realizar investigaciones. Posiblemente su carácter o sus ideas le jugaban en contra (ver en este blog: “Una reseña  de la obra del paleontólogo Osvaldo Reig, por Mario Bunge”).

En la época que el MACN era dirigido por el Lic. José María Gallardo (1973-1994) y posteriormente obtiene su doctorado, Osvaldo Reig pasa a de la Universidad de Tucumán a la de Buenos Aires..

Reig y el MACN
El clima político de la ciencia en la Universidad Nacional de Tucumán a la cual había accedidoOsvaldo Reig  en 1958 lo obligó a una nueva migración interna que lo regresó a la Universidad de Buenos Aires (UBA) en 1960 a donde permaneció hasta 1966, donde nada menos que el célebre paleontólogo George Gaylord Simpson fue uno de quienes le tomó el concurso para acceder a un cargo de profesor (Quintana, 2012).
Según lo narra Quintana, durante 1983, Reig luego de una corta estadía en Harvard, había regresado a Buenos Aires entusiasmado por el nuevo período democrático y el ánimo de libertad que se vivía en esos días. Osvaldo Reig había conocido a Alfonsín en Venezuela y habían simpatizado. Habían acordado reorganizar el Museo Argentino de Ciencias Naturales, una institución trascendente en la ciencia argentina, pero que estaba en un estado de singular retraso académico. 

El Dr.Olsvaldo Reig durante un congreso científico
Reig trabajó durante meses en la diagramación del proyecto pero jamás pudo asumir esa tarea. Aunque contaba con el apoyo de las autoridades nacionales, la influencia de sectores conservadores de la Iglesia Católica fueron lo suficientemente poderosos para que ese cargo continuara ocupado por una administración mediocre que no estaba dispuesta a transformar el museo en un instituto moderno de investigación de las ciencias naturales. A pesar de este fracaso, Osvaldo intentó trasladar ese proyecto a Mar del Plata. La idea fue integrar el Museo Municipal de Ciencias Naturales (el mismo que lo recibió a los 15 años) con la Universidad Nacional de Mar del Plata para crear un instituto de investigación en biología evolutiva y paleontología. Pero fue otro intento fallido ocasionado por las mismas causas: las autoridades locales no comprendieron la trascendencia de la propuesta y el proyecto quedó perdido en algún cajón de la Municipalidad.

Bibliografía
Quintana,C. A.2012  Conociendo a Nuestros Científicos: Osvaldo A. Reig. www.academia.edu/.../Conociendo_a_Nuestros_Cientificos_Osvaldo_A

viernes, 3 de mayo de 2013

La contratación de científicos alemanes y europeos para el Museo Argentino de Ciencias Naturales, durante la presidencia del Gral . J. D. Perón.


Hugo P. Castello, 2013.  MACN: en comisión en la Fundación de Historia Natural "Félix de Azara".

Con el fin de la Segunda Guerra Mundial sobrevino la ocupación y división  de  Alemania  por  parte  de  los  aliados  y  una  muy  particular  forma  de botín de guerra. Durante la primera mitad de la  década del cuarenta, el Tercer Reich había logrado mantener, y en muchas áreas intensificar, su superioridad científico-técnica con respecto a las  potencias occidentales y la Unión  Soviética. Pero si bien la captación de científicos alemanes en la inmediata posguerra benefició principalmente a las nacientes superpotencias de la Guerra Fría, otros países lucharon también por acceder a este reparto de hombres, secretos, planos y prototipos. En nuestra región, tanto Argentina como Brasil, tuvieron una clara política en este sentido, si bien cada una estuvo caracterizada por las particularidades de sus gobiernos y de sus  relaciones con las potencias de ocupación, las que gestionaban las visas para que los científicos alemanes
pudieran salir del país en busca de mejores oportunidades de trabajo e investigación

La Argentina en el periodo de Perón, cuya percepción estratégica es uno de los atributos que incluso sus opositores no le niegan,  acarició la idea de convertirse en una potencia mundial a través de la importación y desarrollo de modernas tecnologías  europeas. Mientras que numerosos artículos describen el éxito de la influencia de los militares alemanes en el desarrollo de regimenes militares autoritarios en América Latina, poco se ha investigado sobre las fallas de los científicos alemanes en desarrollar industrias y tecnologías modernas, en especial en Argentina.
El fracaso del desarrollo de aviones jet  (Pulqui I y II) en la Fábrica militar de Aviones de Córdoba, por parte del ingeniero Kurt  Tank, y el fiasco del Proyecto de la isla Huemul sobre fusión nuclear en frío, por parte del físico austríaco Ronald Richter, constituyen ejemplos  que ilustran la enorme dificultad en transferir tecnologías de una nación altamente industrializada como Alemania a un país tradicionalmente rural y escasamente industrializado como lo era la Argentina a inicios de la década del 50 como la Argentina (Hagood, 2004).

El Departamento de Ciencias Geológicas del  Instituto Nacional de Investigación de las Ciencias Naturales.
Hasta mediados de 1946, bajo la dirección del Prof. Doello Jurado la Sección de Geología del Museo Argentino de Cs. Naturales estaba dividida en dos secciones: la de Mineralogía a cargo de Romeo Croce,  y Geología, bajo la dirección de Agustín Riggi, Ya en la segunda mitad de 1946 con el Museo bajo la dirección de Riggi, Geología  pasó a ser el principal Departamento  de investigación con numerosos laboratorios y fue quizás el período del INICIN y MACN (1946-1955)  en el que la Geología fue un área prioritaria. En la actualidad  (2013) es un área casi inexistente, donde sus colecciones se alojan en muebles destartalados del corredor del 3r.Piso y las investigaciones geológicas son muy escasas.
Parodiz y Balech (1992) (Pág.:60-65) brindan una descripción detallada sobre el período de Croce y Riggi en el MACN previo a la llegada de Riggi a la dirección del Museo, y de las relaciones profesionales entre ambos.  Según cuentan estos investigadores “En el Museo, Riggi, hacía trabajos técnicos para dueños de minas y otros, en realidad se los hacía, por lo menos en buena parte, Croce, pero Riggi los entregaba y cobraba. Creo (E.B.) que en el Museo hacía poco mas que eso, lo que significaba que su aporte para la institución era casi nulo”.
El Departamento de Ciencias Geológicas 1946 que había sido casi insignificante, pasó a ser el mas desarrollado y con mayor cantidad de laboratorios y talleres de apoyo, lo que demostraría el interés que tuvieron Riggi y el gobierno nacional en la exploración y explotación de minerales estratégicos para la defensa nacional de aquellos años.
A partir de 1947 en el organigrama de la Estructura administrativa del Instituto Nacional  de Investigación de las Ciencias Naturales, Riggi había previsto la necesidad de contar con dos oficinas claves y novedosas que dependían directamente de la Dirección General: la Oficina del Plan Quinquenal y  la Oficina de Problemas de Defensa Nacional (en relación con los Recursos Naturales).

Según Parodiz y Balech (1992) en “el Dto. de Geología trabajó como segundo Jefe, el Sr. J. R. Cuomo, que en los años que estuvo en el museo, se especializó en investigaciones “top secret”, al parecer se trataba de los yacimientos de uranio, lo que estaba conectado con el colosal engaño de la fabricación de la bomba atómica, dirigida por el físico Richter, en la isla Huemul, en el sur de Neuquén....”*

En Argentina la exploración geológica en búsqueda de uranio había comenzado a fines de la década del 40 y se sistematizó a partir de la creación de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) en 1950.
No es correcto afirmar que la búsqueda de mineral de uranio fuera esencial para el proyecto de Richter, ya que su proyecto de fisión nuclear no requería de ese mineral, que si fue necesario, mas adelante, para el proyecto de fusión nuclear, que habría de culminar con la generación de nucleoelectricidad al comenzar en Argentina en 1974 con la entrada en operación de la central “Atucha I “(Palamidessi, 2006).

La contratación de científicos europeos
Según minuciosamente describe Meding (1999) en su libro, que es fruto de un trabajo de Tesis que él presentara en la Facultad de Filosofía en la Universidad de Colonia, Alemania, el gobierno de Perón, una vez derrotada la Alemania nazi, hizo en Europa  un esfuerzo considerable para la contratación de científicos e ingenieros alemanes en disciplinas que no existían en nuestro país, especialmente en Ingeniería aeronáutica, hidroeléctrica y en ciencias naturales.
Al llegar a nuestro país, según investigó Meding, los recién emigrados fueron distribuidos en distintos organismos públicos “Mientras científicos e ingenieros trabajaban para las fábricas militares argentinas, la mayor parte de los científicos alemanes fue absorbida por las universidades e institutos del país donde, a partir de su actividad profesional en Alemania, desarrollaron un intenso trabajo científico en investigación y enseñanza. Los primeros de ellos habían sido abordados directamente por la delegación argentina establecida en Europa para la emigración al Río de la Plata, otros se habían postulado ante las representaciones diplomáticas argentinas.
El estado financió el viaje y puso fondos a disposición para emplear a dichos científicos de alto quilate de conformidad con su especialidad, lo que en algunos casos resultó difícil, dado que en aquel entonces no estaban representados en la Argentina algunos de los campos de investigación de alta especialidad y no se sabía que hacer con ellos”.

No queda claro si la creación del Instituto Nacional de Investigación de las Ciencias Naturales en 1948 por parte de Riggi fue una medida expresamente tomada para dar cabida a los científicos europeos que llegaban al país, o si ella fue producto de una decisión previa a ese momento.
Meding esclarece en algo este punto al afirmar “Así fue como el Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia”, reorganizado en su momento  por Hermann Burmeister, sirvió para muchos como una estación intermedia. Su director Riggi, tenía excelente relaciones con la Dirección de Migraciones, de ahí que pudo practicar su propia política científica y conseguir reagrupaciones familiares.
El director también supo aprovechar sus contactos con la autoridades aduaneras  para adquirir aparatos de investigación del extranjero. Por ley se había dispuesto un  aumento considerable del presupuesto del  Museo ** (Ley 12901 (11/12/1946) Cámara de Diputados), lo que en adelante puso en condiciones a la Dirección de posibilitar que  los recién llegados desarrollaran una actividad científica por un período transitorio.
Con este fin se incorporó al Museo, como fundación nueva, el Instituto Nacional de Investigación de las Ciencias Naturales, que fue desglosado en diferentes departamentos. En el Departamento de Zoología trabajaba el inminente parasitólogo Lothar Szidat ***, en el Departamento Geológico el experto en estratificaciones, doctor Sander, en el de Botánica investigaba la doctora Buchinger, quien mas adelante pasó a la Universidad de La Plata. Después de su trabajo para el Museo, el Dr. Fenninger obtuvo un cargo docente en el colegio alemán Goethe y  fundó un instituto hidrológico.
El Instituto de Ciencias Naturales del Museo no limitó la incorporación sólo a los alemanes. También engrosaron sus filas científicos rusos, croatas y húngaros. En cambio la “lingua franca” que se utilizaba en el Instituto era el alemán. A través del Museo, como distribuidor, los especialistas y científicos europeos alcanzaron por fin puestos en universidades e institutos o se pasaron al terreno de la economía

Con respecto a la mencionada Ley del año 1946, existe la siguiente referencia que echa un poco de luz sobre este tema:
Esto fue facilitado por una ley del año 1946 que dispuso un aumento considerable del
presupuesto del museo, asumiendo el Banco Central de la República Argentina (BCRA) la responsabilidad del pago de los sueldos de los investigadores extranjeros contratados (cuando el museo no tuviera partidas suficientes) y la decisión, no siempre favorable, del otorgamiento de préstamos especiales para los que documentaran precariedad económica extrema. En principio, estas franquicias habrían contado con el respaldo de Perón, al menos por lo que se desprende de la correspondencia oficial de Riggi con los funcionarios del BCRA. Si bien gran parte de los científicos extranjeros eran alemanes y la lingua franca del instituto era el alemán, también trabajaron allí científicos rusos, croatas y húngaros.(Mendoza y Busala, 2006). Aunque tambien se menciona que el salario del Dr.Victor Angelescu fue pago durante unos años por la Comisión Nacional de Energia Atómica.

Otros científicos de gran valía, fueron los doctores rumanos Zaharía Carpan Popovici y Victor Angelescu que fundaron cada uno a su manera, los cimientos de la Biología Pesquera en la Argentina..Ambos pasaron a formar parte, junto con numerosos otros intelectuales, de la comunidad rumana de 50000 expatriados en nuestro país que escaparon de la dominación soviética de su patria..

El Dr. Zaharia Carpan Popovici fue un hidrobiólogo rumano de gran reputación en su país y luego en Argentina quien junto con su colega Victor Angelescu  escribió la monumental obra “La economía del mar y sus relaciones con la alimentación de la humanidad” de 1056 páginas, editada por el MACN en 1954. Mas tarde pasó a Hidrografía Naval para emigrar  como oceanógrafo, después a Lima Perú , donde se desempeñó como profesor universitario. 
El Dr. Víctor Angelescu (1912-202), un doctor en Ciencias Naturales especializado en pesquerías marinas, nacido en Rumania, finalizada la Segunda Guerra mundial fue contratado por la Comisión Nacional de Energía Atómica ,pero con lugar de trabajo en el Instituto y MACN, donde se desempeñó entre 1948 y 1955. Su actividad en el MACN fue relevante en estudios sobre biología y alimentación de peces detrictívoros, formando un pequeño grupo de trabajo en esa disciplina. Entre 1949 y 1954 publicó cinco extensos trabajos. Más tarde pasó a trabajar al Instituto de Biología Marina del Mar del Plata, actualmente el INIDEP de Mar del Plata. Trabajó en la FAO, Italia, y retornó al INIDEP, donde transcurrió el resto de su larga y fecunda vida profesional.(López, Ehrlich y Gómez,2012).
El  Dr. Victor Angelescu pasó del MACN al Instituto de Biología Marina de Mar del Plata, posteriormente INIDEP.
Parodiz y Balech mencionan que entraron al museo una  cantidad de científicos extranjeros, “algunos fueron excelentes aportes  a la ciencia argentina. Anotamos entre ellos a dos rusos: el físico-químico M. Tashapeck...que  hizo estudios de física del suelo, especialmente de sus coloides. ...y el planctólogo E. Boltovskoy nacido en Rusia, llegado al país en 1948, que recién pudo empezar a trabajar en el museo en 1950”, y con el pasar de las décadas se convirtió en una famoso especialista en foraminíferos del Atlántico SO., que trabajo durante casi medio siglo en el Museo,  habiéndose incorporado al CONICET en 1961.
El Dr. Esteban Boltowskoy , eminente especialista en foramíniferos  (Foto cortesía  de sus hijos). 
Pero no todos los científicos extranjeros aportaron por igual al Museo, al respecto afirmaron: “hubiese sido afortunado que todos los científicos europeos que vinieron en esa época hubiesen sido de calidad, si no igual, no muy inferior a la de los cinco que mencionamos. Pero ni fue así; hubo varios que no aportaron nada o que fueron descarados simuladores. Entre los elementos negativos hubo un húngaro, que mientras estuvo en el Museo, sólo escribió  algunos artículos políticos. Un austriaco que apareció en estas tierras como biólogo. Aunque no se sabe que en las suyas hubiese dejado investigación alguna, tampoco dejó  nada positivo en el museo”.

Quien permaneció toda su vida trabajando en el Museo, fue el Dr. Esteban. Boltovskoy (1912-1997), un ruso-blanco que llegó a la Argentina en 1948, (quien no habria sido contratado o contactado previamente por el Director del MACN ) pero que recién pudo entrar a trabajar en el Instituto en 1950,  y posteriormente fue incorporado al CONICET para convertirse  en el mejor especialista de foraminíferos del país. Bajo su dirección se creó, lo que es hoy en día, la Colección Nacional de Foraminíferos, iniciada en 1958 , y que en la actualidad cuenta con mas de 500.000 ejemplares identificados y catalogados, que representan mas de 12.000 especies, planctónicas y bentónicas.

Los científicos europeos no permanecieron trabajando en el Instituto y Museo.

De todos los científicos europeos incorporados por Riggi al Museo e Instituto, solo dos permanecieron en ese ámbito por el resto de sus vidas, Szidat y Boltowskoy, los demás emigraron hacia nuevos lugares de trabajo, probablemente debido a que los salarios del Museo eran bajos****, o no contaban con los elementos necesarios para investigar adecuadamente. El esfuerzo llevado a cabo por Riggi, se podría decir que no fue beneficioso para el Museo, pero quizás lo fue para el país.

La personalidad del director Riggi

Fue el ultimo director del Museo en el siglo pasado que supo mantener contacto con las altas autoridades de la Nación y gracias a ello obtuvo amplios presupuestos para el MACN, aunque luego, sus detractores lo acusaron de haberlo malgastado y de haber perseguido políticamente a los científicos que no compartían las ideas políticas de aquello época.
En la obra de Parodiz y Balech (opus cit)  se aportan datos difíciles de verificar donde se describen posibles orgías de Riggi, en un cabaret al que había asistido, a pesar de estar casado.
Comentan que, como la Prof. Irene Bernasconi, trabajaba en un laboratorio pared de por medio con el de E.B., al escuchar ésta los relatos de Riggi sobre sus aventuras eróticas o cuentos subidos de tono,  ella le golpeaba la pared y le gritaba “recuerde que estoy aquí”.
Ambos autores son los primeros en mencionar los primeros casos de corrupción conocidos en el MACN, quizás los haya habido en el pasado previo al de Riggi, pero jamás encontré mención alguna al respecto,ya que siempre ese tipo de información generalmente se oculta..

Notas:
* No hemos podido encontrar publicación alguna de autoría de J. R. Cuomo, o referencias sobre su trabajo en el Instituto.
** En realidad fue un subsidio otorgado por única vez por el monto de 300.000 pesos m/n.
*** El parasitólogo alemán Lothar Szidat (1892-1973)  ingresó al museo algo antes que Boltovskoy, fue así el primer parasitólogo que trabajó en el MACN e INICIN y dejó una amplia escuela de parasitólogos argentinos y creó  la Colección Nacional de Parasitología. Tuve oportunidad de conocerlo en la década de 1960 cuando entré a trabajar al Museo y quedé sorprendido de su gran caudal de conocimientos, aunque no ocultaba para nada su profundo antisemitismo, lo que generaba, lamentablemente, serias discusiones con los invitados a la hora de tomar el té a las 5.00 PM en la División de Ictiología, a la cual él acostumbraba concurrir.
****Los bajos salarios en el MACN fueron una constante a lo largo de sus 200 años de existencia. Este tema ya ha sido analizado en otra nota. Lamentablemente este factor impidió retener a los mejores, que emigraron a otras reparticiones del estado con salarios mas elevados, hacia la industria o estimularon, a los que se quedaron, a realizar trabajos para terceros en los laboratorios del Museo, tendencia que lamentablemente en la actualidad no ha desparecido.

Bibliografía
Hagood, J. D.2004.  Arming Perón's "New Argentina": The Migration of German Scientists and Technology after World War II. Society History Technology Meeting Sept. 2004 (www.histech.nl/shot2004/programma/txt/hagood.asp?file=hagood - 4k -)
López, H., M. Ehrlich y J. P.Gómez, 2012. Victor Angelescu, Ictiólogos de la Argentina. http://naturalis.fcnym.unlp.edu.ar/repositorio/_documentos/sipcyt/bfa001707.pdf
Meding, H. M. 1999.La Ruta de los nazis en tiempos de Perón. Emecé: 433 pp. , Buenos Aires.
Mendoza, D.H.y A.Busala.2006. De la movilización industrial a la Argentina científica”: La organización de la ciencia durante el peronismo (1946-1955). Revista da SBHC, Rio de Janeiro, v. 4, n. 1, p. 18-33, jan | jun 2006.
Palamidessi, H. 2006. Uranio en Argentina. Boletín MORENO No.176 (16/11/2006)  (www.info-moreno.com.ar/notas/energia_nuclear/uranio_argentina.htm - 50k -)
Parodiz, J. J. y E. Balech.1992. El Museo Argentino de Ciencias Naturales “B Rivadavia. …en pantuflas. Ed .Mimeo: 91pag., Bs. As. 

jueves, 2 de mayo de 2013

Una reseña de la obra del paleontólogo Osvaldo Reig, por Mario Bunge

Extraído textualmente del artículo original de  Mario Bunge publicado en  1998. El biólogo itinerante, pp. 87-93.
 En: Bunge, M.,  Elogio de la curiosidad, de Editorial Sudamericana, Buenos Aires.


Mi amigo Osvaldo Reig publicó su primer trabajo científico, que versaba sobre un roedor extinguido, a los dieciséis años de edad, cuando aún cursaba el colegio secundario en Buenos Aires. Terminó publicando más de doscientas memorias, solo o en colaboración, en el curso de casi medio siglo. Lo notable de esta producción científica no es sólo su volumen sino también su alta calidad reconocida internacionalmente, y el hecho que fuese realizada en seis países distintos: la Argentina, los EUA, Venezuela, Inglaterra, Chile y España. Osvaldo trabajó casi siempre en circunstancias difíciles, entre exoneraciones y exilios. Osvaldo fue un trabajador incansable desde su adolescencia: en el campo, el laboratorio y el gabinete. Cuando no cazaba fósiles, atrapaba murciélagos; cuando no disecaba reptiles, observaba cromosomas de sapos; cuando no experimentaba con ratones, pensaba en cómo enriquecer y refinar la teoría evolucionista; cuando no leía memorias científicas, las escribía; cuando no enseñaba, discurría con colegas; cuando no lidiaba con burócratas o políticos, analizaba los conceptos de especie biológica o de emergencia; cuando no viajaba a laboratorios o congresos, se hacía de tiempo para escribir a amigos dispersos por todo el mundo; cuando no trabajaba, cocinaba, escuchaba música o leía novelas. Minutos antes de morir, Osvaldo trabajaba en dos proyectos: el plan de una investigación de campo y laboratorio, que ahora realiza un equipo hispano-argentino, y un texto de biología evolutiva. Pese a su actividad frenética, ya que su trabajo era su único hobby, Osvaldo no era traga libros ni apéndice de microscopio. Gozaba intensamente de la vida. Le gustaba comer y conversar, pasear  y nadar, así como leer (en castellano, catalán, portugués, inglés, francés, alemán, italiano y ruso) y contemplar paisajes y gentes, tanto como trabajar. Era un esposo y padre dedicado y cariñoso, un amigo leal y un ciudadano apasionado por el bien público. Todo lo hacía con pasión. Las rabietas y enemistades le duraban poco: era demasiado generoso y estaba demasiado ocupado construyendo como para cultivar agravios. Mientras cursaba el 3° año de la carrera de biología, las autoridades de la Universidad Nacional de La Plata lo expulsaron a causa de su militancia antiperonista. Se ganó la vida vendiendo repuestos para automóviles. No obstante, siguió haciendo trabajo de campo y de laboratorio, como adscrito honorario al famoso Museo Argentino de Ciencias Naturales, fundado por Florentino Ameghino, y continuó publicando regularmente. En 1956 aparece su primer artículo en una revista internacional, Mammalia.

A partir de entonces, ya caído Perón, Osvaldo asciende meteóricamente en la comunidad biológica internacional. Pero recién en 1958 obtiene su primer cargo con dedicación exclusiva, en el Instituto Miguel Lillo de la Universidad Nacional de Tucumán. Dos años después es designado profesor en la Universidad de Buenos Aires, pese a carecer de doctorado. (Sólo conozco otros dos casos de este tipo.) En una época de especialización excesiva, la variedad de los temas de investigación que abordó Osvaldo en el curso de casi medio siglo asombra, admira y gratifica. Hizo paleontología, citogenética, genética de poblaciones, herpetología, sistemática, biofilosofía y mucho más. Estudió batracios, reptiles, roedores, marsupiales, murciélagos y muchos otros grupos, tanto vivos como fósiles, y siempre con la intención deponer en descubierto sus relaciones de parentesco. Descubrió el primer fósil sudamericano de reptil volador, y encontró que el número de cromosomas de especies muy emparentadas de roedores puede variar tanto como de 16 a 54. Lejos de ser un coleccionista de datos, Osvaldo trabajó a la luz de la teoría sintética de la evolución y de una filosofía naturalista. Éstas le permitían ubicar a todo bicho en un proceso histórico y lo impulsaban a buscar nexos ocultos a simple vista. También le sugerían buscar los mecanismos genéticos y ambientales de la evolución, así como reconocer la emergencia de nuevas propiedades y pautas. Osvaldo trabajó intensa y felizmente, así como con enorme éxito, en la Universidad de Buenos Aires desde 1960 hasta el golpe militar de 1966 1966. Este acontecimiento lo sorprendió en Harvard, donde trabajó en el famoso Museum of Comparative Zoology. Allí me presentó a dos grandes: George Gaylord Simpson, eminente paleontólogo enamorado de la Patagonia,  y Ernst Mayr, uno de los arquitectos de la teoría sintética de la evolución y gran aficionado a la biofilosofía. Incapaz de hacerse cómplice de la dictadura militar, Osvaldo renunció a su cátedra porteña y pasó a la Universidad Central de Venezuela. Aquí organizó inmediatamente un equipo de investigaciones en biología tropical. La universidad no quiso retenerlo, con el pretexto que carecía de doctorado. Ya se sabe que los diplomas valen más que los descubrimientos y la obra de formación de investigadores jóvenes. También se sabe que un investigador auténtico y carismático se rodea de jóvenes capaces y ambiciosos, y hace sombra a quienes profesan o politiquean sin investigar. Osvaldo no tuvo dificultad en ser invitado a la Universidad de Londres, donde al cabo de pocos meses lo nombraron doctor en ciencias. Para entonces había subido en Chile el gobierno socialista de Salvador Allende. Osvaldo ofreció inmediatamente sus servicios y fue contratado  por la Universidad Austral de Chile, en Valdivia. Una vez más se puso a organizar un laboratorio. Cuando ocurrió el golpe militar del general Pinochet, Osvaldo fue arrestado y preso en la siniestra DIN. Le salvó la vida una intervención de la Organización de los Estados Americanos.
De Chile Osvaldo regresó a Buenos Aires. Al poco tiempo, al endurecerse el régimen peronista, tuvo que volver a emigrar. Esta vez fue a la Universidad de Los Andes, en Mérida, Venezuela. Poco después pasó a la Universidad Simón Bolívar, institución de corte moderno fundada por el filósofo Mayz Vallenilla, donde Osvaldo fue feliz y productivo durante ocho años. En cuanto se restableció el régimen constitucional en su patria, Osvaldo no dudó en regresar a ella. Reincorporado a la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de Buenos Aires en 1984, Osvaldo investigó, organizó y enseñó en ella durante los últimos ocho años de su vida. Durante ese periodo fue incorporado a la Academia de Ciencias de los EE. UU. Ya antes había sido electo miembro correspondiente de la Academia de Ciencias de la URSS. Pero esta actividad no lo colma, tanto más por cuanto la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de Buenos Aires no lo provee de recursos para la investigación. Osvaldo pasa un año en la Universidad Autónoma de Barcelona, y medio en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid. En ambas instituciones obtiene el apoyo pecuniario y administrativo que le negaran las autoridades de su propia facultad. Debido a sus sucesivos traslados y migraciones, Osvaldo se caracterizó a sí mismo como biólogo itinerante. El nomadismo es interesante para un teórico y, aún más, para un historiador. Pero es muy frustrante para un investigador de laboratorio o de campo. Cada vez que cambia de lugar, sobre todo en un continente donde casi todo queda por hacer, el investigador debe insertarse en una nueva red, formar un nuevo equipo de colaboradores, montar un laboratorio, y lidiar para conseguir recursos, sobre todo cuando éstos son escasos. Una persona con menos optimismo y energía que Osvaldo se habría descorazonado. En su caso, todo desafío tenía respuesta. Por este motivo nunca se sintió desarraigado. Naturalmente, Osvaldo y su familia pagaron un alto precio por el estrés constante: tiempo perdido, enfermedades, trabajos inconclusos, bibliotecas dispersas, ahorros evaporados, etc.  Pero sus discípulos y colaboradores ganaron enormemente. Basta leer los nombres de los colaboradores de muchos de sus trabajos: argentinos, venezolanos, chilenos, norteamericanos, españoles, etc. Osvaldo fue un sembrador en tierras difíciles, sujetas a sequías pecuniarias y a tormentas políticas. A diferencia de la mayoría de sus colegas, pero al igual que George Louis Buffon, Charles Darwin, Thomas y Julian Huxley, Santiago Ramóny Cajal, Ernst Mayr, Theodosius Dobzhansky, Francisco José Ayala, Peter Medawar, Jacques Monod, y algún otro, Osvaldo Reig siempre se interesó profundamente por los problemas filosóficos de la biología. Participó activamente en numerosas reuniones nacionales e internacionales de filosofía de la ciencia

Yo tuve la gran fortuna de conocer a Osvaldo hace tres décadas, cuando, en compañía de su mujer, Estela Santilli,  asistió a mi curso de filosofía de la ciencia en la Universidad de Buenos Aires. Recuerdo nítidamente la primera vez que lo vi. Estaba de pie, al fondo del aula, con su gran cara redonda y sonriente, escuchando atentamente, para luego hacerme cortesmente alguna pregunta interesante y difícil, pero nunca capciosa. Preguntaba para saber, no para hacerse notar ni para molestar. Pronto nos hicimos amigos. Yo iba a visitarlo a su maloliente laboratorio o a su minúsculo apartamento. Estudiábamos y discutíamos libros y artículos sobre metodología y filosofía de la biología. El año siguiente me invitó a impartir un seminario para sus estudiantes graduados, los cuales se destacaron más tarde en la investigación. Un año más tarde me expatrié, y desde entonces nos vimos esporádicamente en Boston, Montreal, Caracas o Buenos Aires. Pero nunca perdimos contacto epistolar y telefónico. Osvaldo me enseñó muchísimo en el curso de una conversación intermitente, mayormente  epistolar, que duró tres décadas. Toda vez que me he topado con un problema biológico o biofilosófico, mi primer impulso ha sido consultar a Osvaldo. Éste siempre encontró tiempo para corregir pacientemente mis burradas y para discutir nuestras desavenencias filosóficas, que por cierto fueron solo una o dos. Sus cartas, provenientes de la Argentina, Venezuela, Chile, los EUA o España, estaban repletas de ideas sobre biología, biofilosofía o política científica. Osvaldo Reig (1929-1992) fue un escéptico constructivo, optimista impenitente, entusiasta del enfoque científico, enamorado de la naturaleza, pensador profundo, observador agudo, experimentador ingenioso, hombre honesto a carta cabal, hombre generoso y afectuoso. Por añadidura fue un ciudadano del mundo con fuertes convicciones democráticas, capaz de sacrificarse por ellas y, lo que es aún más valioso, de trabajar incansablemente por ella.
La amplia producción científica del Dr. Osvaldo Reig puede ser consultada en el siguiente artículo:
Contreras, J. R. y A  Giacchino. 2003. Biobibliografía del científico argentino Osvaldo Reig ( 1929-19929) . En Arandú (Historia de la ciencia y del pensamiento americano).